La escritura nos revela quién es Jesús. Nos dice que, al participar de nuestra naturaleza humana y compartiendo con nosotros todas nuestras debilidades, Jesús es nuestro hermano.
El Salvador, el Señor el Mesías-Cristo, el Hijo de Dios, el Verbo de Dios, nuestro Mediador y sumo Sacerdote de eternidad (Mt. 1,21; Lc. 1,35; 2,11; Jn, 1,1; Hch. 2,36).
“De este modo el que comunicaba la santidad se identificaría con aquellos a los que santificaba. Por eso, Él no se avergüenza de llamarnos hermanos, cuando dice: Señor yo te daré a conocer a mis hermanos en medio de la asamblea celebraré tu nombre. Y también: mantendré mi confianza en Dios» (Hb. 2,11-17).